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EL RELOJ DE LA CIUDAD Y EL FENÓMENO DE LA COSIFICACIÓN EN METRÓPOLIS: GEORG LUKÁCS

  • Andrea Granados
  • 18 may 2021
  • 17 Min. de lectura

Actualizado: 20 may 2021


Por: Andrea Granados



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El siguiente ensayo tiene como fin explicar desde Historia y conciencia de clase (1970), obra del autor Georg Lukács, el fenómeno de la cosificación mediante la película Metrópolis. Pretendiendo dar respuesta a las dudas que surgen al observar las similitudes de la sociedad de metrópolis y nuestra actualidad, sobre todo el sistema en el que nos vemos envueltos, y por qué las consecuencias de llevar este sistema económico como totalidad traspasa a la vida social y personal.


“La cosificación y la conciencia de clase del proletariado” capítulo de la obra mencionada, me parece unidad de análisis y de reflexión que llega a exponer desde la teoría marxista una explicación de las principales ideas del filme, que tiene contexto en 1926, siendo clásico del cine y precursor de la ciencia ficción, ambientada en una visión futurista industrializada de la sociedad del siglo XXI. A través de estas líneas Lukács nos orienta teóricamente para identificar los principales conceptos de la evolución del sistema capitalista ilustrados en la película, observando que la cosificación, tanto ahora como en los inicios del capitalismo moderno, ha estado inmersa en la estructura social y económica.


Se aspira identificar los detalles y vínculos que hay entre Metrópolis y la sociedad actual, postulando cómo es que la teoría de Lukács se encuentra en la película. Mediante distintas escenas se expresa la problemática del capitalismo, sus consecuencias y efectos a futuro fueron plasmadas como predicción a la posible mutación del sistema económico.


La crítica y reflexión del autor abona y amplía la explicación del vínculo entre la película y el fenómeno de la cosificación, mostrando de manera general conceptos desarrollados en el texto, para después identificarlos dentro de ésta. Por medio de las imágenes se muestra a Metrópolis como una sociedad que permanece bajo un sistema económico que enajena a los sujetos, utilizando su fuerza de trabajo como único medio que hace funcionar la estructura social y económica.


Desarrollo

La mercancía


La mercancía es definida por Marx (2008) como una cosa, producto que satisface las necesidades humanas sin importar la clase de ésta, es un objeto útil ya sea de disfrute, medio de vida o medio de producción. La mercancía es la forma elemental de riqueza por lo que el trabajo útil está orientado a producir cosas que satisfagan una necesidad, esta actividad es un proceso entre dos agentes: la naturaleza y el ser humano; transformando la naturaleza durante el transcurso de éste (Marx, 2008). Las características cualitativas entre las mercancías deben ser diferentes para hacer posible el intercambio, es decir, con un valor de uso distinto. Lukács (1970) asegura que, dada la diferencia cualitativa entre ellas existe una característica la cual las hace formalmente iguales, pues los dos objetos son producto del trabajo humano abstracto, afirmando que esta forma de igualdad es el principio efectivo de la producción de mercancías y sólo puede ser posible cuando los productos tienen en su esencia el trabajo humano.


El proceso de igualdad de la mercancía trae una serie de fenómenos a la relación social mercantil, cegando a ésta por un velo difícil de traspasar llamado cosificación. Marx (2008) menciona que la mercancía se muestra autónoma e independiente del trabajo del productor, ocultando la relación social entre las cosas, dando paso al fenómeno de la cosificación. Lukács (1970) alude que ésta se manifiesta a través de la transformación del trabajo humano convertido a una cosa-mercancía, una actividad ajena e independiente al sujeto destinada a la satisfacción de las necesidades por medio del proceso de trabajo, las relaciones mercantiles forman un carácter social al constituir lazos entre los sujetos y el producto, el cual es ocultado tras el tejido de relaciones objeto con objeto.


Los productos dejan de ser productos para convertirse en mercancías y el capital mercantil se convierte en un movimiento de relaciones de las cuales los sujetos no tienen control, ni siquiera dominación en los aspectos de la vida social, consecuencia del capitalismo moderno. “El tráfico mercantil y sus consecuencias estructurales son capaces de influir en toda la vida, exterior e interior, de la sociedad” (Lukács, 1970, p.111). La forma mercantil penetra dentro de la estructura de forma dominante, transformando la sociedad en función de ésta. Dominando en terrenos cuantitativos tanto como cualitativos dentro del mercado, manifestando sus influencias en la vida en sociedad marcando el carácter decisivo de la mercancía. (Lukács, 1970).


La racionalidad del capitalismo moderno

El capitalismo moderno desenvuelve una serie de fenómenos, rompe con los métodos empíricos irracionales basados en las tradiciones, moldeados a la imagen del sujeto, convirtiendo a la sociedad en una sistematización racional. Trayendo como consecuencia la universalidad y el cálculo exacto de la materia, además de la confrontación entre “el artesano tradicionalmente empírico y la fábrica científicamente racional” (Lukács, 1970, p.124).


“Las probabilidades de la explotación, las leyes del mercado deben ser ciertamente racionales, en el sentido de que se debe poder calcularlas y calcular sus probabilidades” (Lukács, 1970, p.128). Es decir, la condición para ser racional reside en la probabilidad de ser medido, por lo que el trabajo pasa a ser racional cuando la cantidad importa más que la calidad; es por esto, que el cálculo racional se encarga de calcular y regular todas las particularidades y convertirlo en universal y racional.


División del trabajo y la separación del sujeto

En el sistema moderno del trabajo los sujetos se presentan como “trabajadores libres” (aunque son esclavos indirectamente). Lukács (1970) menciona que venden por medio de contratos de intercambio de mercancías su fuerza de trabajo como cosa al mercado mecanizado y racional, surgiendo de esta situación una división social del trabajo fragmentando las funciones dentro de la estructura laboral, donde artificialmente se “especializan” en una actividad particular adaptando a los sujetos psicológica y físicamente.


Al mismo tiempo, se observa que al ocurrir un intercambio de mercancías debe de haber valores de uso distintos, de esta manera el trabajo además de útil debe ser diferenciado (Marx, 2008), trayendo como consecuencia la división del trabajo como condición de la evolución del sistema capitalista. Cuanto más evoluciona va eliminando del proceso de trabajo las propiedades cualitativas humanas e individuales del sujeto, convirtiéndolo en una actividad meramente exacta, calculada y racional.


El proceso del trabajo es conformado por operaciones fragmentadas dadas al sujeto, especializándose parcialmente en una actividad. Es así como se desarticula la relación entre el individuo y el producto como totalidad, acotado la fuerza de trabajo a una función repetida mecánicamente (Lukács, 1970).


Citando a Marx (2008), Lukács (1970) menciona que la actividad racional y mecanizada (la división del trabajo) durante el proceso va perdiendo el carácter de la actividad del trabajador, convirtiéndose en una actividad contemplativa. Es decir, el sujeto corre con la suerte de ser una cosa inerte dentro del proceso, observando como su fuerza de trabajo es manejada como un títere por las leyes del sistema capitalista. Contemplación más deprimente y agotadora a la actividad que realiza un artesano (Lukács, 1970).


El productor artesano tradicional como conjunto de facultades personales y fuerza de trabajo, representa un peligro para el sistema capitalista moderno. Éste no presenta la actitud contemplativa que el sujeto adopta al ser separado de su personalidad, pues para la lógica capitalista moderna el carácter cualitativo de los individuos los convierte en irracionales, al mismo tiempo que esta facultad personal no es condición para el funcionamiento del sistema de producción racional y calculable.


Para llevar a cabo una actividad completamente racional, como es el cálculo exacto del trabajo, debe romperse el conjunto de elementos cualitativos, orgánicos e irracionales, empezando por la desaparición del producto como unidad del proceso de trabajo, desconociendo su valor de uso y en segundo lugar se considera la separación del sujeto.


La separación del sujeto consiste en la dislocación de sus facultades de personalidad y fuerza de trabajo, pues las particularidades humanas del trabajador se convierten en fuentes de error para el funcionamiento del trabajo como proceso racional y calculador (Lukács, 1970). Por tal motivo se transforma la fuerza de trabajo del individuo en una cosa mercantil reprimiendo la personalidad humana.


No es el conjunto de las facultades intelectuales lo que es oprimido por la mecanización debida a las máquinas, sino una facultad (o un complejo de facultades) separada del conjunto de la personalidad, objetivada en relación a ella, y que se convierte en cosa, en mercancía. (Lukács, 1970, p.125)


El individuo es reducido a su fuerza de trabajo mostrándola como una cosa que le pertenece, con la diferencia que ha sido desagregada la relación con su personalidad. Ésta división penetra en la conciencia del sujeto y en sus facultades morales, repercutiendo en sus capacidades y necesidades dejando en visto que esta separación más que racional también es inhumana (Lukács, 1970).


La incorporación del sujeto al sistema capitalista moderno


El sujeto se adhiere al sistema capitalista mecanizado con leyes totalmente independientes a él, sometiéndose a las modificaciones que operan las relaciones mercantiles, condicionando su funcionamiento y actitud ante el proceso del trabajo influenciado por las leyes mecánicas. “La persona se convierte en espectador impotente de todo lo que le ocurre a su propia existencia, fragmentado aislado e integrado a un sistema ajeno” (Lukács, 1970, p.117).


Es así que, la sociedad es resultado de un cambio cualitativo a cuantitativo, el tiempo lo es todo y el sujeto no significa nada para del sistema, casi materia inerte; ya nada depende de la calidad, sino de la cantidad (Lukács, 1970). Al envolver al individuo en este sistema racional y fragmentado, la realidad se vuelve monótona e independiente a su capacidad de controlar su entorno, es un espectador aislado del proceso mecánico, su propia existencia se une al sistema de leyes racionales rompiendo aquella visión orgánica que relacionaba al sujeto y a su trabajo en comunidad.


Las motivaciones y aspiraciones de la sociedad obrera se moldean a una realidad específica, pues la universalización del destino condiciona a éstas de manera normativa para que el proceso del trabajo se adapte a la categoría mercantil universal (Lukács, 1970). El trabajador libre tiene la decisión de vender al mercado su fuerza de trabajo como una cosa que le pertenece, una mercancía valiosa que distingue a los productos unos de otros ante las relaciones mercantiles.


De esta manera, la desintegración del sujeto, la destrucción de las unidades tradicionales y la separación de la relación del productor y el producto, trae por consecuencia la sustitución de las relaciones humanas por las relaciones racionalmente cosificadas. “Todas las condiciones económicas y sociales del nacimiento del capitalismo moderno actúan en este sentido: reemplazar por relaciones racionalmente cosificadas las relaciones originales que revelaban más claramente las relaciones humanas” (Lukács, 1970, p.118).


Mediante las leyes naturales, el capitalismo moderno logra introducirse en las conciencias de los obreros/as, evolucionando de un sistema económico al social e individual. No hay otra forma, ni sistema conocido en el cual el sujeto pueda desarrollarse, pues la estructura presentada mediante estas leyes independientes no puede ser exterminada. “El mundo cosificado aparece en adelante de manera definitiva (...) como el único mundo posible, el único conceptualmente captable y comprensible y el único dado a nosotros, los hombres” (Lukács, 1970, p.136).


La cosificación ilustrada en el séptimo arte


En el filme Metrópolis (1927) se proyecta la industrialización por la que pasaba la sociedad a inicios del siglo XX, demostrando una brecha de privilegios entre dos tipos de clases: obreros (manos) y burgueses (cerebro). La trama se desarrolla en una ciudad futurista, donde existen dos grandes “mundos” desconocidos uno del otro. El cerebro y los intelectuales de la metrópolis viven en la superficie con grandes estructuras como rascacielos, periféricos, teatros e infraestructuras que caracterizan a la modernidad. De modo antagónico y funcional existe aquel espacio ocupado por los trabajadores (manos), que se ubica en la profundidad de la metrópolis, de donde se les tiene prohibido salir.


El cerebro conformado por los científicos, intelectuales y Joh Fredersen, dueño de la metrópolis, son proyectados como la parte científica, racional y creadora de todo lo que existe en la sociedad, planteando una totalidad. Nacieron de la necesidad de dominar conceptualmente al ser humano, especialmente a la clase obrera mediante un sistema de leyes abstractas observando los lazos económicos como algo cerrado, eterno e inmutable; como menciona Lukács (1970), desapareciendo la posibilidad de crear su propio sistema. El hijo de Joh Fredersen, el dueño de la metrópolis, llamado Freder aparece en el filme como el primogénito rebelde que se niega a aceptar las coyunturas de clases, pues su percepción privilegiada pronto dejó de ser cegada por el velo de la riqueza.


La primera escena muestra la monotonía de la vida dentro del sistema capitalista, la posición cabizbaja de los trabajadores hace alusión a que son dóciles y obedientes, los sujetos de las profundidades muestran uniformidad dentro de su vestimenta y forma de vida, un número más, un objeto convertido en mercancía. Dos direcciones a donde se dirigen los sujetos, algunos se destinan a vender como mercancía su fuerza de trabajo y la otra ruta a vivir en las profundidades después de su jornada. Mostrando mediante imágenes el sometimiento del obrero, dejando su personalidad para transformarse en cosa y obedecer al comprador de su fuerza de trabajo. La estructura instala gran énfasis en objetivar al sujeto y convertir su fuerza de trabajo en un objeto, mostrando su carácter deshumanizante en las relaciones mercantiles (Lukács 1970).


Imaginemos al mundo como una pirámide, donde aquellos que gozan de lujos, privilegios, riquezas y tecnologías viven en la punta de ésta. En las profundidades, es decir, en el último eslabón de la pirámide viven aquellas personas que utilizan lo único que les pertenece: su fuerza de trabajo. Una mercancía la cual es vendida para que aquel mundo racional y mecanizado funcione. Son los aislados los que obtienen menos privilegios, junto con su conciencia dejaron de ser libres e independientes pues las leyes naturales que rigen la estructura han penetrado a los sujetos. Al respecto Lukács (1970) menciona:


La metamorfosis de la relación mercantil (...) imprime su estructura a toda la conciencia del hombre; las propiedades y las facultades de la conciencia no sólo pertenecen a la unidad orgánica de la persona, sino que aparecen como «cosas» que el hombre «posee» y «exterioriza» lo mismo que los objetos del mundo exterior. (p.126)


Los trabajadores incuestionablemente están sujetos a las leyes naturales del capitalismo moderno, pues la universalidad de su destino se plasma por la forma general que tienen las relaciones mercantiles. La separación que existe entre personalidad y fuerza de trabajo, hace parecer que el individuo entrega sus facultades personales para poder trabajar, cosificando su fuerza de trabajo y repercutiendo en su conciencia.


La esclavitud y cosificación sobre sus acciones y su intimidad es una relación la cual no pueden cortar, esperan que llegue una suerte diferente vinculada con la llegada de un mediador, esta idea imposibilita que las masas hagan frente al problema, aceptando de manera contemplativa el lugar que la sociedad les otorgó: los sujetos de las profundidades. Esta actitud contemplativa se adopta ante el proceso regulado por leyes mecánicas desarrolladas independientes a la conciencia sin influencia alguna de la actividad humana, mecanizando el proceso de trabajo tras la racionalización y pérdida del carácter de la actividad del obrero (Lukács, 1970).


El cambio social estaba predestinado por un mediador, idea mesiánica generada por la líder María, que daba esperanza y paz dentro de los trabajadores formando algo parecido a una religión. La vida en las profundidades gira en torno al trabajo, la fe y el hogar. Pues la cosificación de su fuerza de trabajo había terminado con el carácter humano que el sujeto debe tener, aspectos individuales y sociales fueron corroídos terminando con su vida fuera de las máquinas, lo único que les quedaba era esperar un cambio.

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Los dos mundos chocan cuando Freder, hijo del dueño y cerebro de la metrópolis, se encuentra por primera vez con María y los hijos de los obreros, en lo que lo llaman “El club de los hijos”, lugar donde la clase alta gozaba de lujos y riquezas. Freder se da cuenta que su mundo tiene una serie de ventajas y su visión es producto de su posición social.


La esfera de privilegios que se tienen al formar parte de un sector mayormente beneficiado social y económicamente es un velo que tiende a cegar a quienes disfrutan de éste, consideran que la existencia de dos sectores distintos inmersos en el mundo se debe a una coincidencia. “Ellos separan de su terreno natural capitalista a esas formas de aparición vacías, las hacen autónomas y eternas, como tipo intemporal de posibilidades humanas de relaciones” (Lukács, 1970, p.121).


Freder decide salir a buscar aquel mundo desconocido, dándose cuenta de que el trabajo de las máquinas que hace marchar la metrópolis, además de ser pesado, es una tortura. Es así como el capitalismo es una nueva forma de esclavitud, más sofisticada.


El maquinismo (…) en sí mismo aligera el trabajo y su uso capitalista aumenta la intensidad del mismo, como en sí mismo es una victoria del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, y su uso capitalista coloca al hombre bajo el yugo de las fuerzas de la naturaleza... (Lukács, 1970, p.179)


Una de las máquinas principales para mantener la metrópolis en constante trabajo es un gran reloj, el cual es manejado sin parar por dos hombres al día en turnos diferentes, pues ésta es la encargada de cronometrar exactamente el tiempo del trabajo. La dominación de los obreros por medio del tiempo es uno de los principios capitalistas, midiendo las horas y minutos de las labores en el proceso del trabajo mediante innumerables relojes en la plataforma de las máquinas, una forma de esclavizarlos haciendo de esta una actividad racional y calculable como lo determinan las reglas naturales. Respecto al tiempo, Lukács (1970) retoma a Marx (2008) cuando dice que: “(...) el péndulo del reloj se convierte en la medida exacta de la actividad relativa de dos obreros” (p.116). Sometiendo al sujeto ante una máquina, el tiempo pierde el sentido cualitativo delimitando cuantitativamente la duración de sus actividades, sin importar la clase de esta.


En el filme Joh Fredersen recurre al inventor de la metrópolis para encontrar a su hijo, pero éste le muestra su nueva invención, un robot que sustituirá al sujeto llamándole la mano del futuro, éste no tendrá necesidades y podrá ser explotado a mayor intensidad. Hay una cuestión que no se planteó el inventor, el robot carece de facultades de personalidad humana. El capitalismo como sistema totalitario de las relaciones mercantiles, moldea las actitudes y conciencias dentro la estructura dando lugar al fenómeno de la cosificación en el trabajador, transformándolo sólo en un instrumento por su fuerza de trabajo, dejando sus necesidades fuera de las prioridades mercantiles. Es decir, tanto el inventor como el sistema capitalista, pretenden convertir al ser humano en un robot, y al mismo tiempo, al robot en “ser humano”, sustrayendo de los individuos su personalidad y necesidades, mientras que éstos adoptan una actitud contemplativa en función de sus propias facultades espirituales objetivadas y cosificadas.


El robot creado por el inventor funciona de forma “antagónica” al cerebro, la parte racional y científica dueño de la metrópolis, organizando a las masas para armar una rebelión. Hombres y mujeres deciden subir a la plataforma de las máquinas a destruir todo lo que está a su paso, en especial a la más importante la “máquina corazón”, estructura presentada como la principal fuente de energía para las demás máquinas, formada por relojes de tamaños diferentes y en el centro el más grande.


Ésta es defendida a capa y espada por uno de los trabajadores, argumentado que la plataforma de las máquinas quedaría destruida si la máquina corazón desapareciera. “El capitalismo ha sido el primero en producir, junto a una estructura económica unificada para toda la sociedad, una estructura de conciencia formalmente unitaria para el conjunto de la sociedad” (Lukács, 1970, p. 126). La conciencia de los sujetos está programada para creer que somos una unidad, por lo que es imposible enfrentar a la clase dominante sin que haya parte de las masas defendiendo a los opresores. Sin embargo, logran hacerlo y al momento de destruirla explota como si fuera una bomba, destruyendo todas aquellas estructuras que estaban conectadas.


Y es que eso es el capitalismo, una bomba del tiempo. La estructura es tan débil que al dejar de funcionar uno de sus sectores destruye otros a su paso. La fragilidad del sistema figura en la inestabilidad en sus diversos sectores, un ejemplo en la línea histórica es el crack de Wall Street en 1929, la crisis que marcó todo un siglo. Donde el sistema económico se desplomó en menos de una semana, dejando a su paso ruinas de lo que se había construido por décadas con inmensas inversiones, dejando el paso libre a la incertidumbre económica, social y personal iniciando la Gran Depresión.


Las turbinas se rompen, las ventilas se abren y las profundidades se inundan, situación que no tenían prevista, pues sus hijos yacían en ese lugar; al haber una crisis económica los primeros sectores en ser afectados son aquellos de estratos bajos, la desigualdad de la pirámide hace que los trabajadores sean víctimas del sistema una vez más. Para comprender las consecuencias de la crisis de las leyes naturales del capitalismo, menciona el autor que: “Sus efectos se manifiestan bajo la forma de una detención en el funcionamiento de esas leyes, sin que el entendimiento cosificado sea capaz de encontrar sentido a ese «caos» (Lukács, 1970, p.131). Debido a lo cual, este nulo entendimiento de la situación por parte de los trabajadores y de la sociedad burguesa es una consecuencia de los intereses de clase y de las relaciones económicas diferenciadas entre estos dos “mundos”.


Si la cohesión de las «leyes naturales» de esa vida, cohesión que —en la inmediatez cotidiana desprovista de pensamiento— parece sólidamente cerrada, puede dislocarse de pronto, es porque, aun en el caso del funcionamiento más normal, la relación de sus elementos entre sí, de sus sistemas parciales entre sí, es algo contingente. (Lukács, 1970, p.127)


La rebelión organizada no fue una coincidencia, pues el sistema trabajador al relacionarse entre sí dislocó las leyes naturales que ya estaban agrietadas por su base irracional. La incoherencia de esas leyes, el carácter coercitivo y la independencia de las normas aplicadas que posee el sistema capitalista generaron el desprecio de los sujetos a la estructura, por lo que rebelarse era necesario.


Los trabajadores suben a la metrópolis a buscar al creador de las causas de la crisis que ocurre en las profundidades, la estructura se vino abajo, pero las víctimas de esto son los obreros. “El elemento «creador» sólo se reconoce aquí en cuanto que la aplicación de las «leyes» es algo relativamente autónomo” (Lukács, 1970, p.124). Reflexionar al analizar de cómo funciona el sistema, hace posible la comprensión acerca de que su fuerza de trabajo es reducida a mercancía llamada “las manos”. Vendiéndose como instrumento para que la metrópolis funcione, a pesar de que en la sociedad no exista ninguna huella de su personalidad. La injusticia social no podía ser entendida como una irracionalidad dentro de la racionalidad del sistema, ya que los burgueses tenían sometidos a los sujetos en intereses comunes mostrándose como una unidad.


La clase que vivía en las profundidades logró reunirse con aquellos que se consideraban los intelectuales y el cerebro de la metrópolis (Joh Fredersen); era tiempo de que el mediador pusiera en marcha su misión unir a las manos y el cerebro dentro de la división social del trabajo. Puesto que, el sujeto no transmitía su personalidad a través de su fuerza de trabajo, siendo tratado en sí como un objeto mercantil más.


El hombre no figura, ni objetivamente, ni en su comportamiento ante el proceso de trabajo, como el verdadero portador de ese proceso, sino que queda incorporado como parte mecanizada a un sistema mecánico que él encuentra ante sí, acabado y funcionando con total independencia, y a cuyas leyes debe someterse. (Lukács, 1970, p.116)


En el filme, el elemento que funciona como mediador uniendo las manos y el cerebro es el corazón. Dando alusión a las facultades de la personalidad humana desagregadas de la fuerza de trabajo, cosificando a ésta última y a la racionalidad como método dentro del capitalismo que transforma las relaciones mercantiles de cualitativo a cuantitativo.


Conclusión

Metrópolis como un filme clásico y pionero del cine, marca situaciones de la vida cotidiana utilizando metáforas que desde las reflexiones de Lukács pueden ampliar su explicación. A más de un siglo de la industrialización, las condiciones precarias y consecuencias negativas del capitalismo moderno en lugar de parecer solucionadas presentan una intensificación, mutando de un sistema económico hasta lo social y personal.


Identificar los rasgos en los que influyó el capitalismo moderno en la individualidad, en la sociedad y en las cosas, tiene que ser visto desde un enfoque histórico. Pues la llegada de este sistema económico a la vida social pasó por etapas, que propiciaron el cambio entre la estructura y las leyes naturales independientes que nos rigen. Hablar de la cosificación entre los individuos en la división social del trabajo desde una visión marxista sigue siendo una teoría vigente, más que nunca podemos observar que la fragmentación entre las facultades de personalidad y fuerza de trabajo es un fenómeno dentro de nuestra sociedad.


La cosificación no solo se presenta dentro del carácter laboral y de las “cosas”, ésta se impregna en la individualidad de nuestro ser. Se ha introducido en la cotidianidad, en el sistema educativo nuestro nombre corresponde a un número de expediente, tampoco es mera casualidad que consumamos de maneras exageradas para esconder nuestra personalidad detrás de esas mercancías. La ruptura entre nuestras facultades personales y la fuerza de trabajo, hace posible ser reducidos a una “cosa”, un objeto casi inerte que puede ser manipulado y moldeado dentro de los aspectos sociales e individuales.


El sistema capitalista moderno como bomba del tiempo puede definirse a partir de la fragilidad que tiene su estructura, la inestabilidad de éste se extiende a todos sus sectores cuando uno de estos deja de funcionar. La crisis de la estructura se escondía detrás de esa gran metrópolis manteniendo intacta la relación de explotación, simulando que los sujetos y su fuerza de trabajo funcionaban al ritmo como una de las otras máquinas de la plataforma, creando desprecio por el sistema económico y una idea esperanzadora de un futuro diferente.


El mundo cosificado es el único mundo que conocemos conceptualmente y el que se nos ha dado como forma de vida siendo individuos subordinados (Lukács, 1970). Quizá transformar nuestra realidad es un miedo eterno a lo desconocido, de adentrarnos en las interpretaciones y descubrir lo que siempre hemos ocultado. Las conciencias y las actitudes de los sujetos han sido apropiados por el sistema, pues la estructura condiciona de estos su función y su dirección. Nos hacen parecer libres de pensamiento, decisión y movilidad, sin embargo, esa libertad se somete a leyes sistemáticas y racionales dadas e inmutables que no podemos dominar.


La lucha por terminar con la subjetividad del sujeto, es una situación interminable y castigada por la racionalidad burguesa. Es imposible para esta idea racional ser una persona independiente, dueña de sus decisiones, personalidad y pensamiento. Terminar con la subjetividad del ser humano significa que además de interpretar el fenómeno existente del capitalismo moderno, al mismo tiempo también nos enfrentamos a las raíces de las causas que nos hacen ser un mundo de humanos deshumanizados.









Bibliografía

● Lukács, G. (1970). Historia y conciencia de clase. (Traducción Duque, F.) La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales (1923).

● Marx, K. (2009). El capital, tomo II: El proceso global de la producción capitalista. (Traducción Mames, L.). México D.F.: Siglo XXI (2009).

● Marx, K. (2008). El capital: Tomo 1/ Libro primero El proceso de producción del capital. (Traducción Scaron, P.). México D.F.: Siglo XXI (2008).

● Marx, K. y Engels, F. (1971). La sagrada familia o crítica de la crítica crítica contra Bruno Bauer y Consortes. (Traducción Liacho, C.) Argentina, Argentina: Editorial Claridad (1971).

● Pommer, E. (productor) y Lang, F.(director). (1927). Metrópolis (cinta cinematográfica). Alemania: UFA.

 
 
 

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